lunes

John Soane

Hoy he desayunado con la certeza de mi próximo viaje a Gran Bretaña. Iré a Manchester, pero haré una parada en Londres. Esta ciudad, tan renombrada en el circuito iniciático de cualquier turista medio europeo no me resultaba en absoluto apetecible hasta hace unos años, cuando decidí cursar una optativa de mi carrera titulada " Procesos de Proyecto. Biografías Constructivas"; un paseo, junto al profesor Pedro Moleón, por siete ejemplos clave en la historia de la arquitectura que sirvieron de charnela entre dos mundos, dos planteamientos artísticos,...ese momento recurrente en la historia de la humanidad en que nuestro rostro se tuerce y avanzamos en otra dirección, con otra mirada.

Así descubrí a John Soane. Un arquitecto inglés clásico romántico que supo materializar en su obra con ejemplos en edificios de gran dificultad programática lo que sus contemporáneos solo alcanzaron a imaginar y definir en palabras. La voz de la arquitectura de la razón poética. John Soane representa para mí la armoniosa disputa entre el sentir y el pensar. Cuando el arquitecto se declara artista con alma técnica o técnico con alma artística y se deshace del pudor suscitado en ambas familias; la de los artistas puros y la de los técnicos e ingenieros.
Ese semestre, conseguí todo lo publicado en nuestro país sobre su vida y su obra (bastante poco) y lo deboré, reflexionando por el camino sobre mi propia visión de la arquitectura, de mi profesión, de mi manera de entender mi vida, mis objetivos y mi definición del bienestar vital y la felicidad a traves de sus planteamientos como artista y la evolución de su trabajo.

(Unos pequeños párrafos dedicados a unos cuantos imperativos soanianos ... alimento de almas enamoradas de su profesión como la mía)

El clasicismo romántico retoma la idea de que en la bipolaridad hecha de razón y sentimiento está el germen de la creación artística, que se nutre tanto de lo intelectual como de lo emocional, de lo reflexivo como de lo afectivo, para hacer aflorar en sus obras la juiciosa libertad que sabe someterse a las reglas del arte y al capricho de una espontaneidad sin trabas. La arquitectura como experiencia del ser humano, como acontecimiento, como emoción efímera de un presente perdurable, como efecto. Defensora del animismo; de los edificios con alma que cuentan su propia historia traídos desde la ruina y la cabaña hasta el purismo alegórico que conduce la luz a través del lucernario de una bóveda de cañón rebajada.

Antes de nada, como pasa con grandes personas que resultan ser canal de grandes emociones, otros grandes se procuran un asiento cerca de su trabajo: fruto de este magnetismo nacen las acuarelas de J.M.Gandy como la voz más pura del trabajo de Soane. 

Desde mi humilde opinión, el mejor ejemplo es la acuarela dedicada al Tribunal de la Cancillería en el edificio de los Nuevos Judgados de Westminster (os recuerdo primero que es un dibujo y además, por si queréis volver a echarle un vistazo, que hablamos de una sala de juicio no de una basílica ni un palacete).

Y no he podido evitar desempolvar el mejor de aquellos libros que leí y algunos trabajos que hice sobre todo aquello. Recuperar el descubrimiento,  Christopher Wren iniciando la arquitectura moderna con su triple cúpula en San Pablo y la admiración hacia los arquitectos del Banco de Inglaterra que desarrollaron como pocos la continuidad del concepto arquitectónico como leitmotiv.

 
¡Qué ganas de vivirlo!

el gran tute

el gran tute
y la vida al desnudo