jueves

Yo sóla

El lunes. Despierto y me reconozco así; vaqueros y camisa, el botón abrochado, la mochila, el pelo que no estorbe. Siento que puedo protegerles a todos, mis brazos son valientes y te tocan, mi voz es ancha. Es martes y no podría salir sin los ojos pintados. Hoy nos acariciamos las manos que se cruzan entre pasillos. Hoy enseño las piernas y me excita jugar a retirarte la mirada; hoy busco alguien que me arrope, hoy temo, hoy vacilo. Añoro un todo va a ir bien, hiciste un buen trabajo. Al volver hacia casa una chica me descubre y el andén se llena de las cosas que nos diríamos. Me observa las manos insistentemente y yo siento que con ellas y no con los ojos recorro su cuello y sus hombros. Ya en casa abro una cerveza y me pongo una camisola grande sobre la piel tibia. Hoy no quiero dormir desnuda ni quiero dormir sola y me abrazo a la almohada de invitados. Llega el viernes mientras me lavo la cara; jabón, tónico, hidratante, mis lustrosos poros en mi ahora atractivo rostro. Voy al armario y selecciono cuidadosamente una falda larga, una blusa suave y ceñida, unas sandalias. Camino confiada y mis caderas bailan mientras me acerco al trabajo. Varios hombres se giran y lo asumo de buen grado. Anoche me esforcé en la cocina y espero ansiosa ese pollo con verduras, esa agua fresca, esa manzana. ¡Qué bien que sea fin de semana! Tengo mucho que avanzar y el sábado comienza en una camiseta cualquiera y los primeros pantalones sobre la silla. Me gusta que el pelo suelto roce el nacimiento de mi hombro, no me quito las gafas de sol, apartarme un mechón al agacharme y sentir mi pecho contra el algodón, notarlo asilvestrado, sin peinar, lleno de nudos.
Abro la nevera y pillo cualquier cosa, pongo una peli que haga ruido mientras completo el crucigrama y sopeso el sudoku. Al atardecer plancho y escucho jazz en la radio, aprendo y fantaseo. Dejo abierta la puerta del baño, paseo desnuda y recuerdo regar las plantas. Observo al acercarme a la ventana un chico en la calle; ¡esta noche he quedado! Me voy a la ducha y salgo con un vestido de pies a cabeza, cuello alto, el pelo recogido, un color oscuro, sin maquillaje, mi mirada esquiva al resto, no participo, sólo ocupo una posición en la terraza. Creo que estaba queriendo decirme que si me quedaba con él un rato más, no lo entendí, igual no quise. Ojala no estuviera sola, me cuesta dormirme, acabo agotándome. Y al fin el domingo, sin planes, sin deudas ni excesos. Me pongo cualquier cosa sin excusa y compro pan y periódico. Llevo las llaves y el suelo; dando pasos largos observo a todos y nadie me observa. Canturreo, me deshago la coleta y vuelvo a hacérmela, me rasco la espalda, miro todo, me detengo y retomo el rumbo, me acaricio la cadera.

Al llegar al portal me cruzo con la vecina: - Buenos días Paula, no te había reconocido - 

martes

Lam

Siempre me pasa contigo.
Creo que si en algún momento
nos parásemos a aclararlo todo
acabaríamos juntas.
Porque veo tanto
que resultaría tremendamente agradable.

Por si no te lo llegase a decir nunca,...

(tiendo a pensar que las confesiones son como las moralejas,
llegan jodidamente tarde)
Hubo unos meses en que nos soñaba,
noches y amaneceres que lo aplazaban todo,
aplacaban ese ansia 
que desmerece el paseo
que es la vida.
Me resulta excitante.
Me sorprende quererte en tus formas conocidas
y quedarme con ganas de más,
cuando abordas un tema y te disparas,
te disparatas, esa defensa canina que haces.
Merece mi respeto.
¿En serio piensas que soy tan mansa?
¿Realmente que ves?

Lástima de haberme conocido robusta,

de esas ocasiones donde no probé mis fuerzas
y ahora no tengo fuerzas contigo.
Como las moralejas, 
siempre le asalta a una la clarividencia 
cuando ya ha cruzado el puente,
se ha ahogado
arrastra una herida perenne.

Leía que el cerebro fija los comportamientos,

al pasar por el mismo sitio elige,
elige lo mismo una y otra vez.
Esa inercia difícil
pocas personas la vencen.
Yo trato con montañas
mi paisaje es ese y no otro.
Tú haces lo mismo.
Venzo llamar, mirarte,
venzo quedarnos.
No lo conté,
no quería contarlo
y no pude evitar hablarlo contigo.
Ese efecto es una víscera,
no hablo con ella,
ella sólo te quiere a ti.
Baila contigo.

Ahora ya hay alguien que sabe lo mío.

Ahora he aprendido
pero aún no me he perdonado
eso lo sé.
Sigo sin saber cómo;
quizá lanzándome a tus brazos
o saliendo por salir
o quedándome quieta, más aún
para que nadie pudiera estorbar
esta prudencia
esta jaula decorada.

Dibujo tres cuadrados vacíos.

Me descubro frente a ellos
no sé que contienen,
hay algo ahí,
son esos tres cuadrados vacíos.
Y esa sombra.



Resumen

No existe libertad que no conozca,
ni humillación o miedo
a los que no me haya doblegado.
Por eso sé de amor,
por eso no medito el cuerpo que te doy,
por eso cuido tanto las cosas que te digo.


Luis García Montero

For John, Who Begs Me Not To Enquire Further

Not that it was beautiful, 
but that, in the end, there was
a certain sense of order there;
something worth learning
in that narrow diary of my mind,
in the commonplaces of the asylum
where the cracked mirror
or my own selfish death
outstared me.
And if I tried
to give you something else,
something outside of myself,
you would not know
that the worst of anyone
can be, finally,
an accident of hope.
I tapped my own head;
it was a glass, an inverted bowl.
It is a small thing
to rage in your own bowl.
At first it was private.
Then it was more than myself;
it was you, or your house
or your kitchen.
And if you turn away
because there is no lesson here
I will hold my awkward bowl,
with all its cracked stars shining
like a complicated lie,
and fasten a new skin around it
as if I were dressing an orange
or a strange sun.
Not that it was beautiful,
but that I found some order there.
There ought to be something special
for someone
in this kind of hope.
This is something I would never find
in a lovelier place, my dear,
although your fear is anyone's fear,
like an invisible veil between us all…
and sometimes in private,
my kitchen, your kitchen,
my face, your face.


Anne Sexton

Carta de amor siguiente

Te escribo una carta.
Una y otra vez.
Escribo desde la comisura todo eso que nadie nunca leerá sobre mí,
los sentimientos velados, las expectativas que tuve
pasajera de mis sueños, desnuda e informe.
Escribo una carta para dejar encerrado en un sobre
un amor que viaje como querría que viajáramos.

Te escribo que eres importante
te escribo que ya sé que no estaremos juntos
siento leer las letras anteriores
pero he comprendido ya que tú no estás ahí
donde yo te he querido tantas veces.
Tú estás, pasajero de tus sueños.
Un bote sumergido y yo,
sin aire suficientemente.

viernes

Primera carta de amor


Yo tenía cinco o seis años.
Eran las tres o las cuatro de la tarde.
La siesta en esa casa era un rito litúrgico
y en esa cama estábamos él y yo.
Yo tenía cinco o seis años.
Él debía tener unos cuantos más.

Recuerdo que me dijo que me despertara
y yo le dije que tenía sueño,
que hiciera lo que quisiera,
que me dejara tranquila.

Recuerdo su olor en mi espalda,
quizá por eso atiendo tanto a los olores.
Recuerdo que me dijo que le tocara,
que cogió mi mano y se toco,
quizá por eso tienda tan poco a tocar.

Y en esa cama estábamos solos,
y eran las tres o las cuatro de la tarde.



lunes

cosa bonita

Me gusta tener cosas bonitas en casa,
tenerlas a la vista. Pienso que
si he sabido elegir esas cosas,
resaltándolas del resto de las cosas
alguien podrá también resaltarme a mí
y hacerme sentir bonita.
Y sé que esto no son maneras de hacer las cosas,
sé que debería ceñirme a mí misma
y aceptarme, 
pero sólo estaba hablando sin más,
estaba hablando de cosas,
de cosas bonitas.

el gran tute

el gran tute
y la vida al desnudo