...
Animales de quietud salían
del claro bosque exento de guarida
y nido; y entonces revelan que no por ardid
ni miedo estaban en sí tan callados,
sino por escuchar. Rugidos, gritos, bramidos
parecían pequeños a sus corazones.
Y ahí donde apenas había una choza
acogedora,un humilde refugio nacido del más obscuro anhelo,
deseo con entrada vacilante,
ahí creaste tú un templo en el oído.
(Rilke)