miércoles

verano

Con la llegada del agosto madrileño de adoquines y visitas papales, de primas y tías de riesgo, de éxodo de afectos a las playas y los montes, de soledad y de sol, de fin de carrera y de rehabilitación integral, puedo darme el lujo entre los lujos de abonarme a las deliciosas aguas de la piscina cubierta. Ese placer de suspenderse en el silencio y surgir, solo temporalmente, a robar nuevos minutos al aire fresco de la rústica cubrición de cerchas de madera, que cobija mi figura recrecida en las caderas del invierno y el resto de esplendorosos, tersos y masculinos torsos de club de natación. Alabados sean! . . .


Si además, a discreción, sonase esta u otras musicas bajo el agua, habría encontrado el instantáneo paraíso terrenal y sería la portadora de la palabra húmeda de las aguas . . .




. . . Mientras, sin pensárselo dos veces, la cabeza se me va a las cálidas playas de gran canaria

el gran tute

el gran tute
y la vida al desnudo