Dormir en horizontal.
Ser gladiador en la noche final
y ser fantoche de la alegría,
una lira que baila y que gira.
Esta entera certeza que se arrastra
por la oreja que ya no oye,
que tal solo grita ¡basta!
Ser apenas la sombra enferma de Cyrano;
apenas una pierna, siquiera una mano
que señale las afrentas de este mundo
profundo, henchido de luciérnagas.
Redes prendidas de gruesos cobardes
que juegan con nuestras almas a medio día
y se las meriendan por las tardes.
Una butaca vieja en la copa
seca de un almendro caduco.
Unos ojos mudos de un mientras
que aguarda las mieles de esta cama
donde me acurruco.
Recordando por qué dije no aquel martes
aquella mañana impía
aquel lunes por la tarde.
Cuando accediste a merecer
más minutos dedicados, a abrir
de par en par los labios
de un luto contenido.
Un abrigo en ciernes
nunca antes estremecido,
unos aires vacíos del pasado.
Esclava de sus razones
cargada de sus motivos
pasea paula de la mano
rodeada amablemente
de sus viejos enemigos.