sábado

Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio

¡Qué bonito ha sido el día de hoy!

Hoy ha sido el día en que mi abuelo paterno, Pedro Tomás, ha muerto. Un día tranquilo, soleado, con un viento agradable, en pleno fin de semana de primavera. Ha muerto en la residencia en la que vivía desde hace años, últimamente ya casi no vivía, sobrevivía. Estos últimos meses se enfrentaba día a día a su propio cuerpo, cada vez más desnudo y vacío. Apenas comía, apenas hablaba, apenas pensaba, al menos hacia afuera. Pero seguía ahí. Sentado y ausente.

Nació en Baracaldo donde vivió hasta los cinco años, cuando unos fachas mataron a su padre a pedradas por defender, como lider sindical de los altos hornos de Vizcaya, los derechos de sus compañeros y los suyos propios. Se fue a vivir con su madre a Castrillo de la Vega, Burgos, hasta que a los 16 años se alistó voluntario, para defender la república. Aún hoy, poco sabemos los familiares sobre los motivos que llevaron a mi abuelo a dejar a su madre sola e irse a la guerra. Lo único que puede encajar con cómo fue, es que hizo lo que creyó que debía hacer. Después de vivir las miserias de la guerra, y tras algún episodio memorable como aquel en el que se enfrentó, en el campo de concentración en el que le retenían, a un teniente falangista por ningunear a un anciano y robarle la ropa, acabó la guerra, lo liberaron tres días antes de su ejecución en Valencia y se volvió a casa. Vino a Madrid a pié desde la costa. Tardó un mes y medio en llegar.

Cuando se casó con mi abuela, se fueron de viaje de novios a santander porque mi abuela nunca había visto el mar. Él y ella estuvieron de morros año sí año no, era un choque de trenes continuo, dos seres cargados de motivos y de lucha, dos personas de su tiempo. Dos abuelos con muchísimo carácter. Fue taxista, frutero, mecánico, cualquier cosa que pudiera servirle para seguir hacia delante.
Cuando mi abuela Julia falleció, hace ya algunos años, recuerdo que mi abuelo me cogió de la mano y me dijo; ahora solo espero que esto no dure mucho. ¿qué haré yo sin mi Julita?. Esa manera de entender la pareja y el amor tan dependiente, tan abusiva, tan cargada de retroceso a mis ojos, tan excesiva en su planteamiento pero a la vez tan bella por rotunda.
Ahora ya nada importa de todo esto. Solo queda su gesto en la vida, en mí, en mi hermano, en mi padre triste, en mi tío, en las oportunidades que él nos dió en parte.

Mi recuerdo es para los domingos por la mañana en el pueblo regando las flores y el huerto. Según mi abuela lo hacía fatal; se chinchaban y yo me moría de la risa. Le acompañaba por la parcela con mi regadera, gotita aquí y allá, cada día de agosto. Además, dibujaba muy bien. Pasábamos las horas muertas dibujando con los horribles colores de rotulador de carioca. Aún tengo muchos de sus dibujos. 
Ven aquí, enséñamelo a ver. ¡qúe bonito dibujo! Mañana hacemos unos más, ¿vale? que ahora tenemos que recogerlo todo y poner la mesa para la cena. Paula, debes recordar esto siempre: - Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio-.


jueves

(esas primeras veces)

Los hay que se besan (esas primeras veces), los hay que comen helado y yo pertenezco, orgullosa casi siempre, al segundo subgrupo característico; Finalmente ha llegado la primavera.
Este año se va posando en Madrid de día en día y hace las noches paseables y los amaneceres, delicia entre las sábanas. Pocas veces viene sola y esta vez presenta mi acartonado organigrama con nuevos brotes, se auguran cambios; me cambiaré de fila y veré tetuán desde otro asiento.
Cuando los gladiolos empapan de provocador aroma los nuevos triunfos amorosos, esos nuevos halladgos, esas nuevas pecas nunca antes conquistadas, inmejorables y radiantes rostros adorados, caracteres inmejorables también, adornados con pechos tulgentes y nalgas prietas sobre ese interior apasionante, ...

Mientras escribo llega el metro al andén de Antón Martín. Alzo la vista y cruzo unos ojos de un chico. Para el tren y me subo en el último vagón. La puertas van a cerrar y el chico entra (se ha cambiado de su vagón al mío). Yo me siento y él se sienta frente a mí. Miro al cuaderno, alzo la vista y :
-Hola- dice él. 
-Hola- digo yo.
...

La calle del naranjo

Los vecinos que se saludan, familiares,
la china haciendo que hace footing a noventa grados,
los ancianos caminando en fila india 
en esa acera demasiado estrecha.
Las parejas del para siempre con las bolsas del mercado,
los jovenes jugando a la pelota en el quiebro en que la acera vence a la calzada.
El bar marroquí, su dueño y su disgusto musical.
El botón que nunca debió desabrocharse de la camisa del hortera.
La calle del naranjo.

lunes

mayo uno de tres

Supongo que si la vida no fuera una secuencia de momentos complicados, llegado cierto punto del camino, uno tendería a pensar que aquello no es vida. Pero (por orden de aparición en los telediarios)  con el IBEX por la nubes y los tipos por los suelos, o viceversa, corea de acá y de allá, el gigante asiático, el crudo, la ONU, la multinacional, el libre comercio, el capitalismo, las hambrunas, las epidemias, áfrica, los pobres de allá haciendo la ropa de acá, el agua, el deshielo, el ozono, las focas, las especies que ya no conoceremos, las curas de las pandemias, la huella ecológica, la geopolítica, la unión de paises, la microempresa, el vecino, la tendera, el mendigo, los animales en cautiverio, la sanidad, la educación, la cultura. Mi padre anoche tenía toda la razón, estoy actuando como una persona egoista cuando reclamo para mí lo que es mío. ¡ A quién en su sano juicio se le ocurriría pensar por un momento ¡Y EN SEMEJANTE MOMENTO,..., CON LA QUE ESTÁ CAYENDO SOBRE NUESTROS HOMBROS DE TRAPO! que algo de lo que hace lo hace sacrificadamente, por elección propia y por el bien de los demás. Cuando tus más allegados, cuando aquellos que viven y conviven con tu cautiverio dejan de percibirte como un cautivo significa que el sistema mundial ha ganado y la vacuidad es ahora el complemento de tu mesilla de noche, entre el estres y las velas plegadas de aquella ilusión perdida.

En breve, en los mejores ojos, pollito abandona un nido maltrecho o de cómo puse una tirita meditada y fraternalmente tildada de egoista a lo que quiso ser alguna vez mi boceto de los treinta.

el gran tute

el gran tute
y la vida al desnudo