La distancia tenía el color de hierba y bosque,
autopistas lavadas por la lluvia,
direcciones escritas en periódicos.
Y recuerdo también
mañanas intermedias en el coche
de un extraño cualquiera,
posiblemente amigo de otro amigo,
un extraño que fuerza sus palabras,
y persigue emisoras con noticias del Sur
y me pregunta por el sol de marzo.
La distancia tenía color de escaparate,
teléfonos a cobro revertido,
y detrás de los faros
esos rostros que luego,
cuando se llega a casa,
suelen perder su nombre en las fotografías.
Indicadores neutros se llenaban de gente
y surgían promesas al calor de un encuentro,
noches para contar,
ciudades convertidas en anécdota.
Junto a la ropa sucia el papel de regalo.
Pero desde que viajo sin ausencia
y todo va conmigo,
los bosques ya no piensan en el Sur
y la distancia tiene
un color de palabras soportadas,
color de mi silencio,
mi camino
Luís García Montero