OPINIÓN | Un alumno de Josefina Aldecoa recuerda su legado
Serrano, 182
Recuerdo el jardín sembrado de gramíneas, las ventanas del colegio decoradas con los trabajos de fin de curso de los mayores y mi primer poema, con siete años, corregido a conciencia en su despacho, con lápiz rojo.
Recuerdo su insistencia ante mis dudosos resultados académicos y mis faltas de ortografía. Su voz serena y tranquila.
Recuerdo su confianza.
Recuerdo sus decisiones salomónicas, siempre ecuánimes, y sus entradas para apaciguar escaramuzas infantiles en la clase.
La primera vez que entendí la palabra justicia, justicia con mayúsculas, también la recuerdo.
Recuerdo esporádicas visitas al chalé de Mazcuerras, en nuestra Cantabria querida.
Recuerdo los cafés interminables de los mayores, mientras su nieto Ignacio y yo jugábamos en la finca.
Recuerdo los viernes por la tarde, después del recreo, viendo cine. Recuerdo mi vocación, y su aprobación. Las clases de teatro y los murales de arte.
Recuerdo la complicidad especial, recuerdo sentirme seguro al cruzar las puertas del colegio y muy inseguro tras abandonarlas, para continuar en otros, al terminar octavo.
Recuerdo su seguimiento en mis primeros años de vida profesional, aún en el Estilo.
Recuerdo su parsimoniosa retórica, y su incisivo discurso.
Recuerdo su cálida y cariñosa presentación de mi primera novela, y sus abrazos de beneplácito.
Recuerdo su observadora mirada de abuela, cuando le presenté a la que hoy es mi mujer.
Hoy, toda la familia estamos de luto. Toda la gran familia del Estilo, educados por esta gran señora. Hoy ha muerto buena parte de mi infancia. Y sé que sin sus palabras de aliento, todo será un poco más difícil.
Hoy, viste de negro un país entero, que gracias a Josefina Aldecoa, ha conseguido evolucionar, generación tras generación, en igualdad, educación y tolerancia.
Los que hemos tenido el privilegio, también con mayúsculas, de ser sus 'nietos', la lloramos.
...Hoy recuerdo tantas cosas, que se mezclan con tantas lágrimas...