Si me preguntaran una mañana hacia donde hay que mirar al torcer por esa esquina o por aquella hasta donde puedes ir, no encontraría ninguna respuesta en mi bolsillo vacío. Solo podría responder que hay que mirar las cosas dejando aire entre medias.
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Cuando noto a ciertas horas la falta de piel, como si el jersey no abrigase donde debe, como si me faltara calor, como si sobraran las mercrominas. Entonces, sé que estoy ante el mismo mirador de siempre; el del anhelo. Un pequeño balcón buscando a oscuras hacia una ventana iluminada. Y al otro lado de la luz mis deseos intangibles bailando la danza de la lluvia alrededor de la hoguera en la que me quemo viva. Viviendo y queriendo vivir otras partes, hundida mi cara en la cara convexa de esta luna que todo guarda. Donde todo queda impreso.
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Una rana, dos ranas y hasta tres ranas se mueven de mi cabeza a la alfombrilla de mi ratón semiautomático; mi mascota más querida, el más personal de mis huespedes.
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Mientras caminaba iba encontrando clips por todos lados, de todos los tamaños y colores, piezas de conexión entre las partes de un todo: pinzas de retales, metal enrollado y espiral hacia una idea de mayor volumen, plano. Caras y carillas que te informan de los datos que configuran las ideas que llevamos mientras vamos de camino.
Al caer el clip, la idea se muere, se mueven los datos.
Encuentro ese clip y anudo una nueva idea, junto mis nuevos datos, me ato a otro pensamiento y cambio mi punto de vista. Ahí hay otro clip, hacia un nuevo rumbo.
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Hoy he recibido vidas.
Hoy he recibido vidas en una pantalla.
Hoy he recibido vidas en una pantalla que habita en mi cuarto.
Y mientras tanto pienso.
Y mientras tanto pienso en otras pantallas.
Y mientras tanto pienso en otras pantallas de otros cuartos.
Hay un espacio en la linea de espacio que separa mi teclado de tu teclado y en ese espacio se quedan pegados los sentimientos.
En ese espacio entre tu teclado y mi teclado se queda el tiempo que tardas en responderme, se queda mi cara al leer tu respuesta, se queda la vida en ese espacio y solo llega la letra a mi pantalla de mi cuarto. Una letra que imagina un sentimiento que ya no es tuyo sino mio. Habita en mi cuarto y no te reconoce.
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Toco de LA mesa a LA menor de las sillas. MI cabeza me quema y el SOL también. MI canción te regala esta canción SI LA quieres.
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No saber me ofende. no saber es un agujero vacio que se refleja en la cara y te hace huir a la casa que te construiste con tus notas y tus felicitaciones, con tus tartas soplavelas y los besos de tus abuelas, tus manualidades y tantas cosas que nacieron para ti conocidas.
Vivir en ese no saber es el oficio de unos pocos, es el reto, vivir sabiendo que no se sabe, habitar en ese agujero y jugar en él aunque no se vea nada .