Tú, a la que no declaro las noches
que llorando yago,
cuya esencia me fatiga
como el mecer de una cuna.
Tú, que tampoco me dices
si por mi son tus vigilias:
¿ Cómo, pues, sobrellevar en nosotros,
sin aplacarla
tal suntuosidad ?
...
Repara en los amantes,
aun no bien inician la confesión,
ya están mintiendo.
...
Tú llenas mi soledad. Me pareces siempre otra.
A ratos eres tú sola, luego de nuevo un susurro
o un aroma absoluto.
A todas, ay, he perdido en mis brazos,
pero tú eres eterno nacimiento:
porque nunca te retuve, firmemente te mantengo.
Rainer Marie Rilke