Siempre me pasa contigo.
Creo que si en algún momento
nos parásemos a aclararlo todo
acabaríamos juntas.
Porque veo tanto
que resultaría tremendamente agradable.
Por si no te lo llegase a decir nunca,...
(tiendo a pensar que las confesiones son como las moralejas,
llegan jodidamente tarde)
Hubo unos meses en que nos soñaba,
noches y amaneceres que lo aplazaban todo,
aplacaban ese ansia
que desmerece el paseo
que es la vida.
Me resulta excitante.
Me sorprende quererte en tus formas conocidas
y quedarme con ganas de más,
cuando abordas un tema y te disparas,
te disparatas, esa defensa canina que haces.
Merece mi respeto.
¿En serio piensas que soy tan mansa?
¿Realmente que ves?
Lástima de haberme conocido robusta,
de esas ocasiones donde no probé mis fuerzas
y ahora no tengo fuerzas contigo.
Como las moralejas,
siempre le asalta a una la clarividencia
cuando ya ha cruzado el puente,
se ha ahogado
arrastra una herida perenne.
Leía que el cerebro fija los comportamientos,
al pasar por el mismo sitio elige,
elige lo mismo una y otra vez.
Esa inercia difícil
pocas personas la vencen.
Yo trato con montañas
mi paisaje es ese y no otro.
Tú haces lo mismo.
Venzo llamar, mirarte,
venzo quedarnos.
No lo conté,
no quería contarlo
y no pude evitar hablarlo contigo.
Ese efecto es una víscera,
no hablo con ella,
ella sólo te quiere a ti.
Baila contigo.
Ahora ya hay alguien que sabe lo mío.
Ahora he aprendido
pero aún no me he perdonado
eso lo sé.
Sigo sin saber cómo;
quizá lanzándome a tus brazos
o saliendo por salir
o quedándome quieta, más aún
para que nadie pudiera estorbar
esta prudencia
esta jaula decorada.
Dibujo tres cuadrados vacíos.
Me descubro frente a ellos
no sé que contienen,
hay algo ahí,
son esos tres cuadrados vacíos.
Y esa sombra.