Yo tenía cinco o seis años.
Eran las tres o las cuatro de la tarde.
La siesta en esa casa era un rito litúrgico
y en esa cama estábamos él y yo.
Yo tenía cinco o seis años.
Él debía tener unos cuantos más.
Recuerdo que me dijo que me despertara
y yo le dije que tenía sueño,
que hiciera lo que quisiera,
que me dejara tranquila.
Recuerdo su olor en mi espalda,
quizá por eso atiendo tanto a los olores.
Recuerdo que me dijo que le tocara,
que cogió mi mano y se toco,
quizá por eso tienda tan poco a tocar.
Y en esa cama estábamos solos,
y eran las tres o las cuatro de la tarde.