Día uno. ¿Cómo queréis ser? Vosotros que podéis elegir.
Dejando a un lado las reencarnaciones, las almas imperecederas, las nubes prometidas y alguna hoguera inesperada, perdonen la impertinencia pero aquí del primero al último vamos a morir. Pues bien, ¿Con qué nos quedamos?.
Ya sé, ya sé, No es tan sencillo. Son muchas las sensaciones, pensamientos, motivaciones, instintos, obligaciones, rutinas, despechos, alergias, sinergias...que mueven a cada persona a cada instante de la vida pero, de veras, -¿Con qué se quedan?-
¿Qué creen que valorarán de ustedes una vez hayan ido al cielo, sean mariposas o estén muertos simplemente?
¿De qué serán autores o partícipes? ¿Cuál será su valor? ¿Buenos? ¿Malos?
Sé que soy pasta blanda en este mundo rudo e insolente, maquina perpetua. Tiemblo. En los peores días los huecos son hondos y me destruyen, cráteres que rompen.
(Y sé que esto apenas se acerca a describirlo: demasiado simple, intenso verde)
Luego te das cuenta de que tu verdadero mundo, tu cosmos; la realidad, es un único día repetido. Un recuento seriado de leves e imperceptibles decisiones. Una búsqueda consciente e implacable de la receta cósmica perfecta. El día de la marmota. Prueba tras prueba. Una búsqueda consciente e implacable del día en que todo esto no sea más que anécdota y suma exacta. Un recuerdo seriado de leves e imperceptibles decisiones. Pocas de ellas son conscientes. Pocas son decisiones.
Además, mucho de lo que cada individuo somos es geográfico. Meramente local. Más allá de eso, las pieles de Hundertwasser. Poco más por decir.
Es uno de enero de dos mil once. Es la única fiesta que respeto; la del tiempo. Lo único en lo que creo y lo único que temo.
A mí, como a Berlanga, eso de morir me cabrea. Será que en el fondo, la vida es de esas pocas cosas que merecen la pena.
Dejando a un lado las reencarnaciones, las almas imperecederas, las nubes prometidas y alguna hoguera inesperada, perdonen la impertinencia pero aquí del primero al último vamos a morir. Pues bien, ¿Con qué nos quedamos?.
Ya sé, ya sé, No es tan sencillo. Son muchas las sensaciones, pensamientos, motivaciones, instintos, obligaciones, rutinas, despechos, alergias, sinergias...que mueven a cada persona a cada instante de la vida pero, de veras, -¿Con qué se quedan?-
¿Qué creen que valorarán de ustedes una vez hayan ido al cielo, sean mariposas o estén muertos simplemente?
¿De qué serán autores o partícipes? ¿Cuál será su valor? ¿Buenos? ¿Malos?
Sé que soy pasta blanda en este mundo rudo e insolente, maquina perpetua. Tiemblo. En los peores días los huecos son hondos y me destruyen, cráteres que rompen.
(Y sé que esto apenas se acerca a describirlo: demasiado simple, intenso verde)
Luego te das cuenta de que tu verdadero mundo, tu cosmos; la realidad, es un único día repetido. Un recuento seriado de leves e imperceptibles decisiones. Una búsqueda consciente e implacable de la receta cósmica perfecta. El día de la marmota. Prueba tras prueba. Una búsqueda consciente e implacable del día en que todo esto no sea más que anécdota y suma exacta. Un recuerdo seriado de leves e imperceptibles decisiones. Pocas de ellas son conscientes. Pocas son decisiones.
Además, mucho de lo que cada individuo somos es geográfico. Meramente local. Más allá de eso, las pieles de Hundertwasser. Poco más por decir.
Es uno de enero de dos mil once. Es la única fiesta que respeto; la del tiempo. Lo único en lo que creo y lo único que temo.
A mí, como a Berlanga, eso de morir me cabrea. Será que en el fondo, la vida es de esas pocas cosas que merecen la pena.