"Comprendí que la cocina era el único lugar de toda la casa en el que ella vivía realmente, mientras que el resto, las salas adornadas y continuamente barridas y enceradas, era una especie de obra de arte en la que ella volcaba todos sus sueños de belleza. Y para cultivar la perfección de aquellas habitaciones se condenaba a no vivir en ellas, a no entrar en ellas nunca como dueña, sino sólo como mujer de la limpieza, y a pasar el resto del día entre la mugre y el polvo."
(Italo Calvino, La especulación inmobiliaria)