jueves

CADAVER JONDO

La verdadera historia de Knut, el oso polar de Barcelona.


Tumbado en el quicio de una quimera de nube azulada estaba Knut el oso polar, esperando la llegada de su lluvia de manos al zigzaguear de la fragua.
Erguido pero tembloroso y soleado, con las rodillas orientadas hacia la batalla pero el corazón guardado en el cajón más pequeño y perdido de la cómoda. Esperaba paseando en los problemas con el brillo inquieto de los parejos pero divergentes, A ambos márgenes de una misma luna, en las dos caras del olvido; la miseria de la pérdida y la levedad sabia de lo conforme.

De pronto, la queja le asalta y le tambalea. Solo seremos dos para cenar.
Pasea arrastrando entre los grises un cartón de frutas y un par de cervezas. Se venderán al mejor postor; - Por un euro, le vendo mi consuelo. Y por dos euros, seguro que alguien le consuela, al doblar de alguna esquina. –
A un palmo, una prisa colindante y un quejío se disputan la silla de sentarse. Provenientes de algún desamparo de lunes. Visiones de alegrías pasajeras y sonrisas guardadas con mimo.
Trepa Knut por la enredadera que lo trasporta de un hemisferio a otro. Ya anda alcanzando a una sombra que se le escapaba cuando pequeño. Una sombra de hayedo milenario que batía rama a rama, raíz a raíz buscando amparo en otro estribor magnético.
- Germinarán otras flores y en otro ritmo serán otros colores y la búsqueda de abrigo -, decía el hayedo mientras avanzaba hacia aquel fértil prometido.
-Alcanzamos el otro hemisferio. ¿Y qué?¿Somos diferentes? - pensaba Knut.
Deberemos hacer un recuento de habilidades. Nos aguantan tan solo la astucia y la envidia. Fieles compañeras de la superación y el fastidio cotidianos.
Knut no entendía su presente y miraba sin cesar, giraba sobre sí mismo, buscando respuestas, preguntándole a su rabo. Era un rabo corto, de oso polar, pero éste era el único testigo que había de lo que había sucedido tras el paso de Knut por el mundo.
Su rabo solo supo contarle dos momentos a Knut; aquel día que alguien lloró al verle partir y aquel día que alguien sonrió a su llegada. Esos dos días eran toda la historia de Knut. Y era suficiente.
Decidió en aquel momento volver a aquellos días pues quería que lo vivido formara siempre parte de su presente. Buscó bajo el aire y sobre la piedras flotando en el mar, en el fondo de cada mota y en cada larga despedida. No encontraba sino instantes de otros dueños, con otro protagonista y otro tempo.
Knut parecía condenado a la ausencia de la simple y llana felicidad presente. Siempre la venidera, siempre la promesa, lo insípido, lo inoloro, lo invisible e inhóspito; lo inexistente de lo futuro.

En el borde de la pantalla, en la esquina de la hoja perdída, camuflado en el color de una burbuja, allí estaban; aquel día que alguien lloró al verle partir y, a su lado, aquel día que alguien sonrió a su llegada.
Así, Knut se recostó aliviado sobre aquellos momentos y se dejó pasar. Por fin salieron a volar los pájaros de su cabeza. Hacia el Norte. Allí donde habitan los deseos y de donde viene el tiempo.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , para Eva. ( de la natez la pre- la post- y la in- )

el gran tute

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